viernes, 30 de abril de 2010

DEL ROCOCÓ AL SIGLO XIX

Palacio Belvedere en Viena



EL ROCOCÓ





La fase final del arte barroco, por su cada vez mayor libertad estilista, acabó desembocando en una nueva sensibilidad: el Rococó. Al principio esta denominación encerró un tono despectivo y finalmente pasó a significar el nuevo estitlo decorativo de la Francia de Luis XV.


El Rococó nació en los frívolos ambientes del la fantasiosa burguesía francesa, que pretendió convertir la decoración de sus salones en una muestra exterior de riqueza. El Rococó no se consideró un estilo adecuado para edifios religiosos u oficiales, pero sí tuvo una gran aceptación en las casas privadas.


El Rococó, que más que un estilo artístico fue una moda cortesana, manifestó una gran preferencia por los materiales brillantes (metales, piedras preciosas, lacas, espejos, sedas) y por las formas extravagantes, sinuosas e imprecisas. Una de las características más revolucionarias del Rococó fue la revalorización de los géneros artísticos considerados menores: grabados, tapices, mobiliarios, miniaturas, porcelanas (entre éstas fueron famosas las de Sévres.

La arquitectura Rococó alcanzó escaso desarrollo pues pronto aparecieron las tendencias neoclásicas que iban a sustituirla. Sin embargo, sin embargo en Francia se construyó el Palacio de los Príncipes Doria, en Alemania los edificios reales de Berlín, Dresde y Munich, y en Viena el famoso Palacio Belvedere.